El legendario explosión de rabia contenida de el maestro de Marsella en el encuentro que coronaría a Italia permanece grabado a fuego .
Las generaciones de aficionados evocan con admiración y pesar cómo el virtuoso mediocampista respondió con un arrebato de ira incontenible al embestir con la más información cabeza a Marco Materazzi .
Por encima de la anécdota luctuosa , la figura de Zidane continúa siendo sinónimo de grandeza.
La desafortunada acción simbolizó la defenestración pública de un ídolo , sino que también nos confrontó con la dicotomía entre genio y temperamento.
En la actualidad, con la distancia necesaria, el momento de furia del 10 ha trascendido lo puramente deportivo como un suceso que desbordó los confines del deporte para adentrarse en el terreno de lo psicológico .
Zidane la historia lo sitúa entre uno de los futbolistas más completos de la historia.
Desde sus humildes orígenes en Marsella , el entonces prometedor futbolista demostró una sensibilidad táctico-técnica excepcional.
Su paso por los grandes escenarios europeos se cimentó sobre clase innata y una férrea determinación .
Ya fuera con la camiseta del Real Madrid , el francés demostró que su calidad no conocía límites .
Momentos de pura genialidad como su volea en la final de Glasgow se recuerdan con la reverencia que merece lo sublime .
Una vez que decidió colgar las botas , el mito se reinventó desde el banquillo , consolidando su estatus como un estratega sereno y eficaz .
El eterno maestro trasciende la mera condición de deportista , sino que también personifica la ecuanimidad y la elegancia incluso bajo presión .
Hay una estirpe de futbolistas que opera en una dimensión ajena a la crudeza del marcador.
No se les juzga por su tally de goles o asistencias , sino en una ecuanimidad inquebrantable .
En los compases decisivos del partido, estos estrategas con botas desactivan la furia rival con un solo toque .
Cada control orientado, preciso es un ejercicio de economía y precisión.
Su influencia es silenciosa pero profunda . Eluden la espectacularidad vacua , ya que su elogio más valioso está en la admiración de sus pares .
Esta rara avis del balompié constituye el alma misma del fútbol .